eo en las noticias acerca de la posibilidad planteada en la OMS de suspender la propiedad de las vacunas anticovid para lograr una mayor y más rápida difusión. Una petición planteada por India y Sudáfrica. Sólo 99 de los 164 países que la integran están de acuerdo con esa medida. Faltan 65. Entre los que no la suscriben están, a grosso modo, los países ricos: los estados europeos, Estados Unidos, Canadá, Israel y Japón. A ellos se une Brasil. Las decisiones están todavía en el candelero. Procesos grupales macro, procesos colectivos, procesos institucionales. Intereses.

Al leerlo, me vienen inmediatamente a la memoria, y al corazón, sobre todo, la solidaridad y la cohesión que sentí y compartí durante la pandemia. Allí quise, y todos quisimos, conocer a nuestros vecinos y ayudar a nuestros mayores. Escribimos en nuestras comunidades de vecinos carteles en los que nos poníamos a disposición para ayudar, acompañar, hacer la compra a los mayores, etcétera. Allí recordé la solidaridad que conocí en la travesía del desierto: todos estábamos para ayudarnos y apoyarnos. Allí aplaudimos agradecidos, sí, agradecidos de corazón, a los sanitarios que teníamos en primera fila de las trincheras de esta guerra. Allí conectamos y preguntamos "¿qué tal?" a los que no conectábamos hace tiempo, allí deseábamos un "cuídate" a quien nos encontrábamos. Allí lo importante se puso por encima de lo secundario en nuestras vidas. Procesos grupales micro. Ideales.

Pasa el confinamiento, bajan las cifras y la solidaridad de los procesos grupales micro desaparece o se sumerge, se hace invisible. Ya no estamos en la vivencia de la travesía del desierto en el que a todos se nos puede romper el todoterreno. Que también, pero lo hemos enterrado, eso de morirse les pasa a otros.

Siempre me ha impresionado cómo las instituciones, los gobiernos, se dedican a preservar nuestros más inconfesables intereses económicos, prejuicios raciales, etcétera, liberándonos de la contradicción de asumir la parte de responsabilidad que tenemos en que eso sea así. Lo tenemos bien inventado colectivamente: las instituciones hacen el trabajo sucio que los ciudadanos consideramos horrible. ¿Meteríamos a un inmigrante en casa? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar de nuestro bolsillo para que las vacunas dejaran de ser patentes privadas? Tranquilos, tenemos instituciones que mediatizan esas decisiones cuidando nuestros intereses. Los políticos y administradores están para eso. Nuestra España está entre las que se muestra en contra de hacer patrimonio universal algo que nos puede salvar a todos solidariamente, la vacuna. Procesos grupales macro, procesos colectivos. Intereses.

Sí, me queda mucho por entender de procesos grupales, de cómo vehiculizamos las emociones colectivamente para que generen estructuras e instituciones que defienden mis intereses sin yo hacerme cargo de ello. Indignarme por un lado con el amontonamiento de inmigrantes africanos en el puerto de Anguinegín (Gran Canaria) y, por el otro, no quererlos de vecinos.

Me queda mucho por entender cómo llegamos a olvidar que estamos en serio peligro, cómo construimos nuestras teorías negacionistas y conspiranoicas. Puedo llegar a explicarlos como defensas contra el miedo y la impotencia. Pero a mí no me pasa. Mientras no me acerque a las emociones que yo también llevo, aunque no haya construido esas teorías, no iré bien. No iremos bien.

Muchos movimientos colectivos en redes nos muestran que nuestra opinión cuenta y la tenemos a un click. Saltemos del nivel micro al macro. Hagámosla valer, pero asumamos la responsabilidad de que nuestros ideales se cobrarán un precio, les darán un bocado a nuestros intereses.

El autor es psiquiatra