Que no cunda el pánico. El ecocidio tendrá un final feliz para la naturaleza. Ella misma, convertida en desierto y ceniza nos dirá, más pronto que tarde cuando será el fin de la 6ª extinción. Esta vez no provocada por glaciaciones o meteoritos, sino por el suicidio colectivo inducido por el homus inbécilis y, cuando nos autoextingamos, tendrá millones de años para reinventarse.La cara más dramática del ecocidio para la humanidad está siendo el genocidio global. Epidemias, migraciones forzosas, guerras intestinas… nos hacen comprender las historias no contadas, las de las grandes mayorías que han sido masacradas, explotadas, culpabilizadas y enterradas en la fosa común del olvido por la historia oficializada de quienes vencen por la fuerza. Reflejan la esencia de la actual condición humana impuesta, de ese ser que ha ido involucionando como especie hacia la cúspide de su degeneración. Ha conseguido tener la vertiginosa capacidad de asesinar masivamente a sus semejantes, al resto de los seres y a las condiciones naturales necesarias para su propia existencia. Lo mejor del resultado de su necrófila y entrópica obra final aún queda por llegar.Las destrezas del homus post-sapiens resultan difícilmente superables. Su capacidad de autodevoración, su habilidad racional para legitimar y normalizar el ecocidio y el genocidio. El hecho de haber construido una economía basada en la devastación indiscriminada de todo lo común, de toda la biodiversidad natural y cultural, amparada por la religión de la acumulación de capital, le ha convertido en un ser iracundo que mata y se autodestruye por puro aburrimiento. Todo ello en una guerra permanente y selectiva que provoca y se sustenta en el asesinato de la infancia, en el encierro de las mujeres, en el desprecio racista, en la manipulación y exterminación masiva de un lumpen-proletariado tan depauperado, que hace tiempo ha condenado a más de las dos terceras partes de la humanidad al estatus de seres prescindibles y eliminables, de población basura de usar y aniquilar.