Vaya por delante que siempre me he considerado un fan de Manu Ayerdi, a quien por encima de todo aprecio personalmente. Y vaya también por delante que nada tengo que ver ni me identifico con el partido en el que milita. Dicho esto, me siento en la obligación moral de mostrar públicamente mi apoyo, en estos momentos difíciles para él, a una persona que ha trabajado incansablemente por el desarrollo económico, social, y en suma el bienestar de Navarra. Primero como vicerrector y después como rector de la UPNA, he tenido ocasión de conocer, colaborar y trabajar con muchos consejeros y también otros altos cargos públicos de Navarra. Eso, creo, me da una perspectiva suficiente para poder valorar la labor de Manu Ayerdi como vicepresidente y consejero de Desarrollo Económico. En ese sentido, solo puedo calificar su desempeño en el cargo como excepcional. En pocas personas puede encontrarse la confluencia de cualidades como el nivel intelectual, liderazgo, visión, empatía, unidas a una infinita capacidad de trabajo que atesora Manu. En mi relación con él, el mínimo atisbo de sesgo político, y sí una disponibilidad absoluta, búsqueda incansable de consenso y, sobre todo, deseo de lograr el bien común.Por ello me parece que la dimisión de Manu Ayerdi es una gran pérdida para Navarra, donde escasean de forma preocupante personas como él, capaces de promover y liderar transformaciones de gran impacto positivo en nuestra región. El asunto Davalor pasará más pronto que tarde, una vez cobrada la víctima, al olvido, pero su legado perdurará aunque algunos no querrán reconocerlo. No prejuzgo lo que los tribunales dirán al respecto, pero de lo que no me cabe duda es que su actuación fue guiada únicamente por su convencimiento de que era un buen proyecto para Navarra. Su entusiasmo por lo que hacía, otra de sus cualidades, quizás le jugó aquí una mala pasada.En su comparecencia se refería el ya exconsejero a la necesidad de buena política. En ese sentido, no puedo terminar esta carta sin calificar todo esto como una muestra de la, por desgracia frecuente, pésima política: los unos diseñando leyes y normas pensando en otros, sin reparar en que pueden llegar a aplicárseles, y los otros utilizando esas normas en las que no creían para derribar a los unos. Hacéoslo mirar los unos y los otros.