a de verdad 1978, claro. Y a la que, en lo que yo sé, ni PSOE ni PP pretenden cargársela. Por lo que, lo que tanto se oye y comenta, pues, eso, simples opiniones interesadas de partidos o de quienes, no pudiendo hacerlo encima por ellos mismos, han apostado con ello por ver si así cae la breva en favor de sus objetivos, políticos o espúreos. Y, ¿reformarla? Pues, como por cierto ya se ha hecho, únicamente en lo que interese o importa al conjunto de los españoles, a España. Y, aún ello, reformar la Constitución, llegado el caso, no sin antes saber con certeza qué quiere hacerse y a dónde quiere irse con ello. Sin dejarse guiar jamás por los dimes o los diretes. Tan presentes en la calle, con los típicos "me han comentado", "me han dicho que dice", "me han impuesto desde el partido que diga", o, "trabajando donde lo hago y con lo que piensa la dirección, entenderás que salga yo ahora, con tan poco tiempo que llevo, o a punto de jubilarme, diciendo lo que digo". No vale.

Y, con ello, mal servicio hacen al país. Tan nefasto como quienes alimentan esos diretes y dimes, y muchos otros, claro. España, admítase de una vez, y hasta por quienes quieren cargarse el actual gobierno, admítase si de verdad se quiere a España, claro, que, ni está (y cada vez menos) para debatirse en devaneos, ni, menos, a lo que venía, en devaneos del calado de lo que, en nuestra historia contemporánea, ha significado y sigue suponiendo nuestra Constitución de 1978, su obra más Magna y Grandiosa, y nunca mejor dicho. Como, pensando en aquel presente y en el futuro, nuestro hoy, así lo entendimos los españoles otorgándole en referéndum a la Constitución el 6 de diciembre de 1978, un día como hoy hace 43 años, tan abrumadora y espectacular mayoría. Del total de votos válidos emitidos, 17.106.583, un 91,81%, 15.706.078 de los mismos a favor. Con tan solo un 8,19% de ellos en contra, 1.400.505.

Lo requería. No era para menos.

Suponía, la Constitución digo, "el cabo final del hilo que nos permitió salir del laberinto de las leyes fundamentales del régimen anterior y alcanzar la legitimidad democrática y, con ella, el Estado social y democrático de Derecho de estructura autonómica" que pasamos a gozar y todavía hoy disfrutamos.

Todo ello, basado en "unos valores que son los fundamentos de la democracia y la libertad: el respeto a los derechos humanos; la solidaridad, el reconocimiento del pluralismo político, la Justicia, la tolerancia...".

A partir de los que, y bajo su asunción, algo insólito en los siglos precedentes en España, han podido gobernar, "por mandato de las urnas, partidos de ideología muy diversa: UCD, PSOE, PP...". De acuerdo, por ello, a los resultados electorales y para integrar "a todos los españoles en un proyecto de futuro...".

Futuro entonces y hoy presente, tan pocos años pasados, que decía. Que, en esto de la democracia, pese a lo que pudiera parecer, los españoles somos "un pueblo joven", aunque, como se ha demostrado, "capaz de protagonizar la Historia; un pueblo que ha marchado del aislamiento a la presencia relevante en la Unión Europea y en todos los foros mundiales; del autoritarismo a la democracia, del centralismo al Estado de las Autonomías".

Y cierto que "hay que enraizar a nivel de calle los valores constitucionales; hay que convertirlos en hábitos, usos, comportamientos y conductas cotidianas de todos los ciudadanos". Para, así, conseguir "el cumplimiento vital de nuestra Carta Magna".

Pero, aun con ello, "nuestra Constitución, sigue organizando... la convivencia de los españoles...", habiéndose convertido "en el proyecto sugestivo de convivencia que queremos ser...", en el "gran pacto nacional de convivencia en el que se funda nuestra democracia". Y, en nuestra Comunidad Foral de Navarra, también.

Todo ello, lo entrecomillado, dixit Adolfo Suárez, ni menos -como presidente del Gobierno de España- que el gran protagonista de nuestra Transición española, y yo hoy vuelvo a subrayar, en nuestra celebración del 43 aniversario constitucional y, además de a toda la ciudadanía navarra y del resto de España, como homenaje (dada la insidia institucional, foral y municipal, a reconocerlo), a quienes, desde y con Navarra, hicimos lo posible, como diputados o senadores, a que todos pudiéramos disponer de la Constitución de 1978: como diputados, Jesús Aizpún, Jesús Ignacio Astrain, yo mismo, Gabriel Urralburu y Julio García (estos dos del PSOE y los tres primeros de UCD), y, como senadores, Jaime Ignacio del Burgo, José Gabriel Sarasa y José Luis Monge (de UCD los tres) y Manuel Irujo (FAN).

El autor es diputado constituyente (a partir del 15 de junio de 1977)