Quienes vivimos en las cercanías de los IES Caro Baroja y Biurdana hemos superado ya el que nuestras calles se conviertan en vertederos a partir de las 11 de la mañana; el tener que andar llamando la atención, teniendo discusiones y aguantando insultos de chavales/as que suben y bajan en el ascensor de la calle por docenas, sin mascarilla y fumando; o el que los timbres de nuestras casas no dejen de sonar en los horarios tanto del recreo como de la salida diaria. Los/as vecinos de Monasterio de Fitero 6 incluso tenemos superado el estar echando a diario de nuestro portal a grupos de 6-8 chavales/as que, apretujados en él (y, por supuesto, una vez más, sin mascarillas), comen, fuman, y nos dejan los buzones llenos de colillas, pipas, bolsas de snacks... Pero es que en las dos últimas semanas, además, estamos teniendo que aguantar que conviertan nuestro edificio en un parque de atracciones recorriendo todos los pisos bien en el ascensor, bien por las escaleras; teniendo que recolocar cortinas de las que se cuelgan o limpiar aquellas en las que ellos/as previamente se han limpiado las manos manchadas de chocolate, y la semana pasada incluso limpiamos una meada en uno de los rellanos. No pretendemos ya hacer un llamamiento a los padres y madres de estos chavales/as (que, si bien son diariamente los mismos a lo largo de todo el curso, van cambiando año a año desde hace más de 15), pues sabemos que nunca son nuestros hijos/as los que hacen estas cosas, sino los/as de los/as demás. Hacemos un llamamiento a estas instituciones y sus agentes educativos, porque estamos hablando de menores de edad que se encuentran en horario escolar, y, por consiguiente, son éstas y éstos los responsables legales tanto de lo que ocurra a estos chavales/as como de lo que hagan durante ese horario. De momento disfrutaremos de la tregua navideña; después de Reyes volveremos a la carga, confiando en que como propósito de Año Nuevo alguien haya decidido tomar cartas en el asunto.