La semana pasada Borrell pidió a todos los europeos que apagaran la calefacción. Tenía como objetivo reducir la dependencia energética de Rusia y algunos lo quisieron vender como acto de solidaridad con Ucrania. Un par de datos: las actividades económicas consumen más del 90% del gas, y los hogares no llegan al 5%. España, además, apenas consume gas ruso. El cinismo de los políticos no tiene límites, pero sí función política: meter miedo y legitimar la gestión del Estado. Hemos oído muchas veces que tenemos que hacer un esfuerzo extra porque la situación es excepcional. Pero el esfuerzo lo hace la clase trabajadora. Además, la situación de excepción si se alarga tanto en el tiempo, deja de ser excepcional y pasa a ser tendencia peligrosa a la normalización.

Los cálculos de la intervención militar y sanciones económicas reflejan el carácter de la guerra imperialista y no tienen otro objetivo que mejorar su posición de fuerza entre bloques geopolíticos. Posición respecto a futuras guerras, mercados, infraestructuras o control sobre recursos naturales y energéticos. El aumento de gasto militar se financia mediante el expolio de la clase trabajadora y el impuesto sobre los pobres está haciendo que conseguir las necesidades básicas sea cada vez más difícil para miles y miles de personas.La receta es clara: expandir la pobreza para salvar una tasa de ganancia en decadencia y todo esto basado en un sentido común abstracto. Y no, la inflación no la ha creado la guerra. Viene de más atrás y todo indica que va para largo. Por lo tanto, preparémonos, no para pasar frío, sino para luchar contra esta ofensiva.