Dice el sucesor de Trump que facilitar armas o ayudar a la Federación Rusa es echar leña al fuego en la guerra de Ucrania. Mientras, España, Europa y los EEUU están concediendo y enviando miles de millones de dólares en préstamos, armas y drones de última generación a Ucrania, llegando a permitirse además el llamar a Xi Jinping, presidente de China, para amenazarle con sanciones si intenta facilitar ayuda económica o militar a Rusia. La cosa tiene sus narices, pues es evidente que la forma más sencilla de solucionar el conflicto sería permitir a Rusia que verificara y destruyera, pacíficamente, todo el armamento ofensivo que la OTAN, o con su ayuda, ha instalado en Ucrania, asegurando su neutralidad futura a cambio de compromisos y garantías multilaterales de seguridad para Ucrania. Está claro que eso supondría una paz inmediata y que Rusia y Europa siguieran manteniendo su mercado de gas, petróleo, cereales y, por el contrario, que EEUU no pudiera hacerse con el control mundial de los mercados del gas, cereales y petróleo, como pretenden, además del militar y la bolsa de valores con los que ya manejan el mundo. También pararía la destrucción de infraestructuras que no sería necesario rehacer luego por las grandes constructoras multinacionales cuyas acciones y futuros se multiplican enésimamente cada día que se alarga el conflicto. Estas consideraciones ni son ni pretenden ser una defensa de Putin, su régimen, y su oligarquía, que democráticamente tendrá que evolucionar hacia un sistema social más justo y equitativo en distribución de la riqueza y un mayor respeto a los DDHHCCPP de sus múltiples pueblos y ciudadanos. Tarea difícil y compleja en un país tan extenso y heterogéneo.