Todos los medios nos sacuden cada día con profusión de noticias acerca de la guerra en Ucrania, colocándonos en la perspectiva desde la que debemos mirar el avance de las batallas. Lo que llama mi atención es que, frente a las cifras que se manejan sobre muertos, por ejemplo, no se hable del número de mujeres de todas las edades que, antes de matarlas, las violan. A ellas, a sus hijas, a sus nietas, además para generarles mayor dolor, en presencia de madres y abuelas. Ese horror, que es el mayor de los horrores causados en las guerras, se produce una y otra vez en cualquier continente. No tiene que ver con el color de la piel de quienes combaten ni, por supuesto, de quienes son sometidas a cualquier vejación. Pueden ser hombres con piel blanca y ojos azules, que tanto interés suscitan en nuestros territorios, como otros de piel cetrina, negra y ojos similares. Me pregunto, y nos preguntamos retóricamente, qué mueve a esos hombres a agredir sexualmente a las mujeres de los que llaman triunfantemente “sus enemigos”. El poder, la supremacía masculina no domesticada por la educación o la cultura. ¿Qué excitación provoca en esos hombres, frecuentemente en grupo, unas mujeres que tiemblan de pavor y piden clemencia para ellas, y sobre todo para sus hijas y nietas? Parece que las manadas están mucho más presentes de lo que aparentan y que afloran sin obstáculos en las guerras. Manadas de hombres que se excitan, increíblemente, ante abuelas y madres que suplican no violen a sus nietas e hijas y se ofrecen ellas mismas como víctimas, a su pesar, sin otra respuesta que la violación masiva y la muerte como culminación de sus hazañas. Los relatos que nos han llegado de todas las batallas que se han librado en tiempo anterior y en el actual respecto a la agresión desmedida contra las mujeres hacen pensar que, cuando la licencia para matar está presente, queda fuera de lugar cualquier forma de piedad. Sabemos que las agresiones son más fáciles cuando los agresores minimizan la capacidad de respuesta de sus víctimas. Se atreven con los que consideran débiles. Será por esa consideración de la mujer como ser débil por naturaleza, inferior al hombre y que, con armas en la mano, la certifican.Urge una educación en Derechos Humanos. Me preocupan los intentos que se están haciendo por silenciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres por el hecho de serlo. En las guerras y en la paz.