Dos semanas después, el miedo que vivimos en la Valdorba con el incendio todavía sigue en el cuerpo. Aún nos cuesta conciliar el sueño. El paisaje es desolador y no se desprende de nosotros el olor a quemado. Pero el transcurso de dos semanas también te da cierta perspectiva para poder valorar lo que pasó, para dar las gracias, pedir disculpas y, también, cuantificar los daños.

Por eso quiero aprovechar para agradecer, en primer lugar, a mis compañeros agricultores, agricultoras y ganaderos, quienes con tractores o sin ellos, ayudamos a sofocar el fuego preparando cortafuegos o indicando a los equipos de extinción por dónde podían acceder mejor al incendio.

Gracias también a los bomberos, sobre todo a dos forestales del parque de Cordovilla con quienes estuve trabajando 30 horas, a los militares de la UME y a los guardas y técnicos de Medio Ambiente. Un dispositivo de medio centenar de personas que trabajó en los alrededores de Sansoain y del que sobre todo destaco su cercanía, su cariño y su empatía con unos vecinos que veíamos atemorizados cómo el fuego amenazaba con quemar todo lo que teníamos.

No me quiero olvidar en este agradecimiento de Neumáticos Tafalla, que subió a reponernos una rueda reventada sin querer cobrarnos nada. Ni de Rufino Ojer, que nos dejó a un mecánico y trajeron aceite para poner la máquina en marcha. Ni de la Cruz Roja por su avituallamiento, que nos inundó con agua y fruta.

Aprovecho también para pedir disculpas por las malas pasadas que me jugaron los nervios de querer salvar el pueblo y el cansancio acumulado de tantas horas luchando contra el fuego. Algún grito, alguna contestación fuera de tono y hasta alguna mala palabra… Todos intentábamos ayudar y dar lo mejor de nosotros.

Finalmente, como decía al comienzo, también es momento de evaluar los daños. Tenemos auténticos desastres en nuestras fincas y en la maquinaria. Necesitamos ayudas económicas para no arruinarnos. Los tractores y las palas no se han quemado, pero están destrozadas por haberlas forzado. Son nuestras herramientas de trabajo. Estaban aseguradas, pero se rompieron fuera de nuestras fincas y por un uso, el de hacer cortafuegos, que no estaba cubierto. Sin ayuda no podremos salir adelante.