Aunque sea todavía verano, con sequía de noticias, el que un diario madrileño haya dedicado tanto espacio a una tan justa como ridículamente fracasada política como Olona sólo puede obedecer a ciertos intereses de la derecha o ultraderecha a las que sirve ese medio.

Repuesta milagrosamente de una enfermedad que le había, dijo, obligado a dejar la política, ha emprendido un duro y piadoso peregrinaje a pie a Santiago. Entrevistada en él, Olona destapa su carácter egocéntrico, pasional e irracional al límite. Se compara ella misma a un toro que quiere saltar al ruedo. 

La verdad es que el toro sale a la plaza ignorante de lo que le espera y creyendo poder escapar. Si sospecha que no, tienen que empujarle al ruedo a pinchazos. Las que sí atacan, cinco veces más que los toros, son las vacas; pero Olona no es feminista, sino, en todo caso, de las más agresivas. De ahí que por haber sido ya demasiado toreada en Vox, por estar, pues, tan requeterresabiada, mejor ni abrirle ahora el campo tan politizado de la jurisprudencia en que dice querer meterse en Madrid, sino devolverla rápido al corral.