El 1 de mayo de 2022 se ha conmemorado el 170 aniversario de Cajal, nacido en Petilla de Aragón, enclave navarro en tierra aragonesa. El Gobieno de Navarra ha declarado 2022 Año Signaficativo para promover su figura, y con la misma pretensión, el Ministerio de Ciencia e Innovación, de Madrid impulsará este “Año Cajal”. ¿Se logrará que el aeropuerto de Pamplona-Noáin (Navarra), sea bautizado con el nombre de nuestro sabio más universal? Gesto simbólico pero elocuente.

Se pregunta uno si para nuestra sociedad la figura de Cajal, Nobel de Medicina, 1906, tiene alguna actualidad, o más bien, pertenece a la historia y poco más.

Nada más lejos de la verdad. Buero Vallejo, como bien señala Antonio Campos, en un artículo publicado en plena Guerra Civil de 1936, profetizó que Cajal era a la histología del sistema nervioso, oscuro e impenetrable, lo que Einstein fue para la física de Newton y Velázquez para la pintura de Rafael, genios renovadores y visionarios.

Hoy Cajal sigue siendo citado y tiene proyección en la ciencia actual. Es el autor clásico más referenciado en los estudios de neurología y su obra Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados 1899-1904, publicado originalmente en fascículos, siendo la traducción francesa de 1899-1911, la que le procuró fama. Hoy se edita peródicamente en idiomas varios y se la compara a los Principia de Newton o al Origen de la especies, de Darwin. Es más, junto a La Celestina y al Quijote, representa una de las cimas más altas de nuestra cultura.

Cajal escribió acerca de la inferioridad hispana para la ciencia, nosotros “los indios de Europa”, necesitábamos alguien que nos redimiese del atraso y de nuestra mala fama.

Cajal ha sido manipulado por los los distintos gobiernos según venía a cuento, desde el franquismo que lo pregona, cuando quiere, como el santo patrón de la ciencia española y los siguientes, pero con resultado pobre, aún hoy falta el gran centro emblemático con su nombre y su obra. Se merece el lugar soñado, como Cervantes, Goya, Velázquez, Lorca o Picasso.

No es exagerado afirmar que la obra de Cajal ha sido citada en el siglo XX más que Darwin o Eisntein, pues logra mezclar observaciones penetrantes para conocer la estructura y función de las neuronas, la base de nuestra memoria, del conocimiento, la degeneración celular, la plasticidad del cerebro, la formación de imágenes en la vigilia y en el sueño. La belleza del cerebro se palpa en la imágenes y dibujos que ofreció Cajal, experto en fotografía y tinciones histológicas.

Dijo Buffon que “el genio no es sino la paciencia extremada”. Así nos explicamos y entendemos el esfuerzo obstinado de Cajal cuando, en 1889, en Berlín, con sus fotografías microscópicas, chapurreando francés, coge del brazo a R.A. Von Kölliker, el gran mandarín de la histología europea y logra que se acerque al microscopio con las imágenes ya preparadas y se extasió el germano siendo, desde ese momento, su gran valedor y eso que Cajal no era un bisoño cualquiera, catedrático en la Universidad Central de Madrid y, quizás más importante, Doctor Honosris Causa por Cambridge e invitado a dictar la Croonian Lecture en la Royal Society.

Lo expresó Cajal con sus palabras: “La historia de mis méritos es la historia de una voluntad indomable, la inquebrantable resolución de consagrar mi vida a las tareas redentoras del laboratorio”.

Nuestros historiadores y científicos, los ya clásicos, Laín, Albarracín, y López Piñero, hasta los más recientes, Pimentel, Sánchez Ron, Campos, Alonso y J. Andrés de Carlos, sin citar a todos, han tratado de reinvidicar la figura de Cajal, incluso divulgarla para el gran público, pero es ya el momento que, desde las esferas de decisón política, o mecenas filantrópicos, actúen con decisión para que nuestro sabio tenga el lugar físico soñado, y que le corresponde, y recoja su obra en su totalidad.

Mi gesto humilde será llevar a mis alumnas/os a Petilla de Aragón y visitar su Casa Museo, a la que llegan científicos de todo el mundo a visitar su lugar de nacimiento y recorrer las tierras y lugares del Alto Aragón: Larrés, Luna, Valpalmas, Ayerbe, Jaca, Huesca y Zaragoza, algunos escenarios de su vida.

El autor es profesor titular de Historia de la Medicina. UPV/EHU