Tengo la suerte de tener como amigos a Pablo y a su mujer Martina. Practicamos deporte juntos y de vez en cuando salimos a tomar algo, comer...

Esta práctica habitual de socialización no tiene nada reseñable, pero en nuestro caso hay algo que la hace especial. Y es que Pablo es una persona ciega que siempre va acompañado de su perroguía Bred. Y es que a veces, el entrar juntos a un lugar público no resulta fácil, y en ocasiones hasta desagradable.

Pero el otro día, hace poquitos días, vivimos algo muy guay. Acudimos a cenar al Restaurante Mön situado en el Soto de Lezkairu de Pamplona. Desde el principio los empleados se percataron de que Bred era un perro de trabajo, un perro-guía.

El derecho de acceso de los usuarios de perro-guía a los lugares públicos esta regulado por la Ley 3/2015 de 2 de febrero y garantiza el libre acceso, deambulación y permanencia de estas personas y sus perros.

Nos hicieron ver que conocían la ley y llevaron a Pablo y Bred a un lugar amplio donde poder colocarse con comodidad y juntos (art. 3 de dicha ley). Durante la cena también preguntaron a Pablo si el perro necesitaba beber. Trajeron agua. Observé todo esto desde mi posición de persona no ciega y solo pude sentir una sensación agradable. Fue un comentario unánime de toda la mesa que el tratamiento de todos los/las trabajadores del establecimiento fue exquisito y muy humano.

Sirvan estas letras para darles las gracias de todos los que estuvimos en aquella mesa.

Bred es un perro de trabajo. No es una mascota. Un perro que nunca se le debe tocar o acariciar mientras trabaja junto a Pablo. Tampoco se le deben dar alimentos ni golosinas. Pablo se encarga diariamente de ello con esmero y rigor. Y debe saber que es un perro educado en virtud de un riguroso entrenamiento para acceder y permanecer junto a Pablo en todo tipo de establecimientos.

Recordemos: "Los perros-guía tienen el mismo derecho que sus dueños ciegos para gozar del libre acceso a todos los lugares públicos".

Txema Gracia, TJ Solidaridad