Un día cualquiera del mes de octubre un tumor irrumpió en nuestras vidas sin pedir permiso. Nuestra pequeña de tres años tenía un nefroblastoma que había que operar y tratar con quimioterapia. Casi sin asimilarlo nos sumergimos en un mundo hasta entonces desconocido para nosotros. Justo dos meses después, y con los nervios iniciales más templados, nos hemos sentado para escribir unas palabras de agradecimiento para que puedan llegar a todos aquellos que nos han acompañado, de una forma u otra, durante este tiempo.

Gracias a todos los niños y niñas del Hospital de Día infantil oncológico del Hospital Universitario de Navarra (HUN) que cada día que vamos nos sorprenden y enseñan con su ejemplo de fortaleza y superación y que ofrecen su sonrisa hasta cuando casi no son capaces de esbozarla.

Gracias también a los niños y niñas que pasarán estas fiestas de Navidad en la UCI Pediátrica o ingresados en planta, y con los que hemos compartido unos días de estancia, por las lecciones que nos han dado de madurez y aceptación serena de sus limitaciones y por contagiarnos sus ganas de vivir a pesar de las adversidades. ¡Nos dan mil vueltas a todos!

Gracias a todos aquellos profesionales del HUN, con nombre y rostro para nosotros, que con tanta dedicación realizan su trabajo para hacer que todo esto sea lo más llevadero posible, por su cariño sincero y acogedor por cada niño. Son muchos: pediatras, cirujanos, anestesistas, radiólogos, enfermeras, auxiliares, celadores, personal administrativo y de limpieza, y un etcétera muy largo.

Gracias a Adano, la asociación de ayuda a niños oncológicos, un grupo de grandes personas que facilitan este camino con su trabajo, experiencia y compañía, capaces de ilusionar a los niños y sus familias, con pequeños y grandes gestos cada día. Una ola para ellos.

Gracias al centro de salud de Azpilagaña, a sus pediatras y enfermeras, que siguen con interés y preocupación la evolución de nuestra hija.

Gracias a la gran familia de los que formamos la parroquia de San Raimundo de Fitero, que nos acompañan en la distancia con su mente, su corazón y su oración.

Gracias al colegio de nuestra hija, Irabia-Izaga, que se ha volcado con nosotros desde el primer momento. En especial al curso de 1ºB de educación infantil, a sus compañeros de clase y sus familias, a sus profesoras, a las secretarias, a la orientadora, a los capellanes del centro y a la directora, porque cada día están con nosotros, por sus rezos y por sus muestras de afecto constantes por nuestra hija.

Y, por supuesto, gracias a nuestra familia, amigos, conocidos y desconocidos que nos brindan su ayuda, nos mandan su fuerza y dirigen a Dios sus plegarias desde tantas partes del mundo. ¡Es increíble!

Y aprovechando las fechas en las que nos encontramos, gracias también a la Vida con mayúscula, que nace cada 25 de diciembre en Belén y en nuestros corazones, si le dejamos, para que podamos seguir nuestros caminos derramando amor allá por donde pasemos. ¡Feliz Navidad!