Ambos son problemas críticos convergentes que afectan de lleno al futuro de este país de ancianos, jubilados, parados y subsidiados, con el segundo índice de natalidad más bajo del mundo. Nuestros políticos no saben, no contestan. En cambio se dispone de fondos sin límite indefinidos para mantener las fuerzas armadas con más generales y coroneles que tropa mercenaria que despilfarra en hazañas bélicas internacionales como monaguillos de los imperios de la guerra. Los problemas de la demografía ni se plantean, pues dicen que son teorías de los economistas y demógrafos que son quienes provocan el gasto social. Este debe ordenarse en función de la utilidad que producen. Por tanto, el gasto militar debe ir detrás de todo el social cuya utilidad es evidente. Es la segunda ley de Gossen (la de la utilidad marginal decreciente). En síntesis, significa que la sanidad y natalidad generan la máxima utilidad a la comunidad, por lo que se deberían traspasar fondos de las fuerzas armadas a la sanidad y el fomento de la natalidad. 

Los políticos achacan la crisis a la falta de sanitarios. Faltan porque el índice de natalidad no es capaz de reemplazar las bajas por defunción y jubilación. La solución sería sustituir militares que no generan utilidad y sí gasto, por sanitarios cuya utilidad condiciona la demografía del país. Los puestos de los militares que se jubilen no se cubrirían y su coste se transferiría a sanidad para contratar más personal y al fomento de la natalidad. Los equipos médicos se adquirirían cancelando la compra de aviones, portaviones y municiones. Se crearían nuevas facultades de medicina y hospitales. La natalidad no debería ser un costo a cargo de la familia, pasarían a ser un gasto social público para estimular a los padres a traer nuevas vidas en beneficio de la colectividad. Con rigor y criterio, pues además de becas y viviendas subvencionadas necesitan más alimentos, más energía y más de otros factores económicos más allá del gasto normal que deba quedar a cargo de la unidad familiar, pues el exceso de ese gasto debe soportarlo la comunidad, pues la natalidad y la sanidad tienen la máxima utilidad marginal social.