La bajada de la natalidad empieza a dar síntomas de alerta. En Navarra el descenso de la misma ha sido de un 25% en una década, mientras que en la Comunidad Autónoma Vasca durante el segundo trimestre de este año los nacimientos bajaron un 6,3% respecto al mismo periodo del ejercicio anterior. No es, sin embargo, un fenómeno exclusivo de nuestra sociedad. Solo hace falta elevar la mirada para ver que los países de nuestro entorno en Europa comparten igual preocupación por este descenso que tiene, entre sus principales causas, el retraso de la edad de maternidad y la dificultad de emancipación de las personas más jóvenes.

Más allá del puro análisis de la situación y las cifras que van confirmando mes tras mes la llegada de menos hijos e hijas a las familias de Navarra y la CAV, lo cierto es que la bajada de la natalidad comienza a señalar un futuro inquietante. Las instituciones alertaban esta misma semana del efecto en unas décadas de este descenso y la bajada de matriculaciones son un dato que las refleja cada año. Sólo este año, entre infantil y primero de la ESO hay una diferencia de ocho mil alumnos y alumnas en las aulas vascas, lo que repercutirá a futuro, decía, en los tamaños de los centros y la sobreoferta en colegios e ikastolas. Similar panorama en la comunidad foral, que en el curso 2013-14 registró para sus centros 6.436 solicitudes frente a las 4.902 del próximo ejercicio.

Menos niñas y niños a lo que se suma una cada vez más sociedad envejecida y que pronostica una cada vez mayor necesidad de cuidados. Así, son más necesarias que nunca las medidas que se van implantando por las instituciones para revertir esta tendencia, cuyos frutos se verán, en todo caso, a largo plazo. Ejemplo de que es posible, Francia, que hoy se sitúa a la cabeza de los países europeos en mayor índice de natalidad del continente, con 1,83 hijos de media por familia, tras veinte años de la puesta en marcha de sus políticas de natalidad.

Mejorar el acceso de los jóvenes al mercado laboral o la vivienda; atajar la feminización de los trabajos más precarios; ayudas ad hoc para el mantenimiento de los y las menores; o un siempre necesario reforzamiento de la conciliación laboral y familiar con llamada a las empresas a impulsar buenas prácticas en este sentido son medidas que pueden, y deben, contribuir positivamente al cambio de tendencia.