Mientras cinco millonarios ávidos de aventuras pagaban por un viaje 250.000 dólares y se montaban en un submarino sumergible llamado Titán para poder ver de cerca los restos del hundimiento del Titanic, allá por las Costas de Terranova, países como Reino Unido, Francia, EEUU y Canadá han empleado los más sofisticados recursos para encontrar la nave y rescatar a sus cinco tripulantes. No ha sido posible y así lo transmitían las televisiones de medio mundo.

La otra cara de la moneda, el Aita Mari, un buque pesquero que transformaron en barco de rescate, ha rescatado a 172 migrantes en el Mediterráneo. Iban hombres, mujeres, menores no acompañados 55, 4 niños de 3 a 10 años y 2 bebés. “Estaban tan cansados que no podían coger la comida que les dábamos”. Las autoridades italianas una vez rescatados les ha enviado a Salerno, que está a día y medio de navegación. Estas personas huyen del hambre y la miseria, que hay en sus países de origen.

¿Cómo puede ser que mientras unos tengan miles de dólares para tener aventuras y morir en el intento y se inviertan recursos en salvarlos, cientos de personas se tienen que jugar la vida para poder comer todos los días y su vida no vale nada?