Recuerdo que cuando hice la Comunión a los 7 años uno de los regalos que recibí fue una bicicleta BH, un tanto más grande que mi tamaño. Allá por los años 70 se procuraba comprar la ropa o cualquier tipo de objeto de una talla suficiente para que durara unos cuantos años.

Aquel fue mi regalo favorito, y durante el verano mi gran ilusión era salir a dar una vuelta a la manzana y aprender a rodar mi bicicleta, despacito, con cautela. Un día al doblar la esquina, topé con una señora que iba con un niño pequeño, al ver mi bicicleta se sobresaltó y me dio un bofetón. Aquello me tuvo varias semanas consternada y, por qué no decirlo, traumatizada.

Esa imagen vuelve una y otra vez cada mañana, mediodía y tarde noche, cuando salgo de mi portal con bolo en el estómago y nudo en la garganta, asomándome a la esquina de Marcelo Celayeta con la avenida Guipúzcoa para no volver a ser atropellada. Y es que patinetes eléctricos y bicicletas descienden la acera en cuesta de la avenida Guipúzcoa entre el número 6 y 12 a velocidad superior a la admitida para los vehículos de motor que circulan por la carretera.

Recuerdo décadas de reivindicaciones de “carril bici ya”, y resulta que habiendo un carril bici en la calle Provincias, nadie lo utiliza y bicicletas y monopatines se lanzan a una velocidad temeraria por la acera mencionada, que no tiene ninguna indicación de carril bici, hacia un paso de cebra exclusivo para peatones, sin frenar y mucho menos bajándose de la bici. He sido testigo de varios accidentes de coche bici en dichos pasos de cebra, por falta de precaución de los ciclistas. Y es que cuando uno circula en el coche, aunque vaya a 20 km por hora, es imposible atisbar una bicicleta o un monopatín que aparece de la nada. ¿Tendrá que ver con el metaverso? 

Por si fuera poco, ¿cuántos años llevamos de educación vial invertida en las escuelas? ¿De qué está sirviendo? Echo tanto de menos la “Pamplolimpia”, la tranquilidad de pasear por las calles y parques de la ciudad a cualquier hora del día y de la noche… ¿Qué ha sucedido que estamos inmersos en el caos? Parece que nada funciona ya, salud, educación, la seguridad vial, la recogida de basuras… Y es que desde que cambiaron los contenedores y nos dieron esas tarjetas digitales, me harto de tirar las bolsas de basura que se han dejado alrededor de los contenedores. Por lo visto, demasiada gente ha empezado a tener problemas de movilidad y es incapaz de alzar el pie hasta el pedal para poder abrir los contenedores, o bien no han recibido la tarjeta, o la han olvidado, y claro, no van a regresar a sus casas con las bolsas de basura en la mano.

Lamentables escenas las testimoniadas en varias ocasiones, cuando algunos buenos ciudadanos han seguido los pasos para abrir las tapas de los contenedores, y han recibido un golpe en la nariz, barbilla, cara, cuan si estuvieran en un ring. Nadie lo espera, y es que desde cuando se nos confinó, parece que todo está confabulado para que regresemos a nuestras casas y nos atrincheremos en ellas. Da miedo salir, tanto que afortunadamente el Ayuntamiento ha tenido la displicencia de colocar cada semana nuevas cámaras. Quizás deberíamos sentirnos agradecidos ya que aparentemente tienen una función de vigilancia y protección, sin embargo, no registran los robos en coches delante de la cámara al lado de tu casa. 

Sí querido diario, todo ello me crea frustración, perplejidad, indignación, y ante el temor ganas de no salir de mi casa.