Despreciando la sangre de 192 muertos, mintieron, manipularon e hicieron sus siniestros cálculos de poder. Políticos sin conciencia, periodistas corruptos, almas podridas que aún hoy, desde la más absoluta desvergüenza, pretenden dar lecciones de ética a los demás.

Jamás pidieron perdón por hacer más insoportable el dolor de las víctimas, a quienes ningunearon y acosaron por no comulgar con sus falsedades.

Chapotearon en el dolor y el sufrimiento ajeno para mantener su ridícula cuota de poder. Y esos mismos siguen vociferando otras mentiras, otras falsedades. Mención especial para expresidentes de siniestra expresión que justifican aun hoy lo injustificable.