La creación de la fotografía supuso un importante avance para el bienestar emocional de los seres humanos. Poco a poco, la herramienta que permitía fotografiar la vida de las personas se fue democratizando. Bodas, bautizos, comuniones, viajes, y distintos acontecimientos se materializaban en álbumes que recogían el paso del tiempo en imágenes de familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. Hoy, su uso en los móviles recoge cualquier instante del día.
El sabor y recuerdo del pasado, se va deteriorando por el uso masivo, sin dar tiempo a que nuestra memoria evoque aquellos momentos, perdiendo significado y valor emocional. A ello se le une, las herramientas que alteran las fotografías para mejorar el físico y el entorno del retrato. Vivimos en el mundo de las imágenes de influencers y famosos, como signo de identidad de la sociedad actual. Ante estos cambios tan profundos, es difícil pronosticar cuál será el futuro de las fotografías. No sería descabellado pensar que el ojo humano sea el siguiente salto en retratar las imágenes de la vida.
El problema sería procesarlas en nuestro cerebro, que tal vez es el problema que tenemos en estos momentos, al estar desbordados y rodeados de imágenes reales y retocadas, creando un entorno que no refleja la vida real de los influenciadores del momento. Los creadores del mundo fotográfico no se imaginaban el desarrollo que ha tenido su innovación. En un mundo inundado de imágenes es crucial desarrollar habilidades para analizar, interpretar y evaluar críticamente este mundo de fotografías.