Me gusta entrar en la mente de las personas, no como los psicólogos o psiquiatras, sino como los pensadores, en silencio. Así como los físicos y astrofísicos observan, bucean en el universo infinito, buscando los efectos y fotografías de las supernovas, estrellas, esos puntos sin número que vemos a las noches, noches estrelladas de verano. Es un mundo que les fascina por los agujeros negros, galaxias, cerros de luz y rayos gama.
Para lo que han inventado satélites artificiales, orejas móviles metálicas en los montes más altos del planeta, espejos en círculo que apuntan a las luces diminutas desde aquí, entres los cristales del tiempo. Me entusiasma penetrar el universo de Beethoven, Van Gogh y demás personas como Neruda y Juan Ramón, tanto como los editoriales de un periódico y sus directores, filias, fobias, honestidad, pagos a la galería y clientela.
Que cualquier día, los rayos gamma de los agujeros negros, que disparan en todas las direcciones, apuntan a la tierra y aciertan, nos pulverizan y desaparecemos. Mientras tanto, nosotros, en nuestro terruño, viva la vida, viva el rosario, viva Santo Digo que lo ha fundado. Eta orain, ankas gora, eta buruz behera (y ahora, patas arriba, cabeza abajo)