Años atrás, viajar en avión era sinónimo de puntualidad y calidad en el servicio. Sin embargo, el cielo se ha convertido en una autopista cada vez más transitada.
La traducción: abusos constantes hacia los pasajeros.
Actualmente, las compañías aéreas actúan con una aparente impunidad que empieza a ser preocupante. Las medidas de regulación y protección al consumidor no son suficientes para contrarrestar estas prácticas, o, simplemente, la normativa no se cumple.
Retrasos interminables, cancelaciones sin justificación, pérdida de equipaje o los famosos cambios de horario de última hora son solo algunos ejemplos más comunes.
A menudo, las aerolíneas se excusan en problemas técnicos o condiciones climáticas, pero esto no parece más que una táctica para evadir su responsabilidad. ¿Cómo es posible que el mal tiempo solo afecte a un avión determinado de una compañía concreta?
Mientras las aerolíneas continúen actuando con total libertad, los clientes continuaremos siendo los grandes afectados del sistema.