Te veo mala cara...
-¿Has dormido bien?
-Calla, no me hables. El dichoso ruido no me ha dejado pegar ojo.
-¿Y qué has hecho?
-Pues, ¿qué voy a hacer? Mirar el móvil a las 3 de la mañana.
-¿Y luego?
-Nada más de lo mismo, con los ojos como platos. Y ahora, a trabajar.
-¿Y todos los días así?
-No, sólo de lunes a viernes. Curiosamente, los fines de semana recupero horas de sueño. ¡Y para colmo, ahora el dichoso cambio de hora!
Este hipotético diálogo podría ser habitual en el 54% de los españoles, quienes no logran dormir las 7 horas recomendadas, según un estudio de Bayer. La situación se agrava cuando consideramos que el 80% de la población se acuesta después de ver series, películas, o usar pantallas hasta altas horas. Parece que dormir bien se ha convertido en un lujo, especialmente entre semana. A la falta de sueño se le suman las preocupaciones constantes: el caos político, las guerras interminables que siempre afectan a los mismos, los cambios de temperatura, el ruido y las tensiones diarias. ¡No hay forma de descansar!
Los expertos advierten que dormir mal tiene efectos comparables a haber bebido demasiado, afectando nuestra concentración y productividad. Con 1,3 bajas laborales diarias en promedio, ¿cómo esperamos ser productivos? La falta de sueño no sólo afecta nuestra salud, sino también nuestra economía. Estamos en un ciclo donde, en lugar de reducir preocupaciones, estas aumentan cada día, dificultando aún más un buen descanso. En este mundo tan acelerado, al final del día, el descanso no debería ser un lujo, sino una necesidad básica. Si seguimos así, no necesitaremos gritar: “¡Paren el mundo, que me quiero apear!”, porque estaremos demasiado agotados para hacerlo.