Una semana después del trágico suceso de la DANA, y más allá de cualquier otra consideración, resulta encomiable la onda de solidaridad que la tragedia ha desencadenado en la sociedad desde todos los rincones del país.
Ni siquiera ese apoyo popular sumado al que, mejor o peor, están prestando las distintas administraciones e instituciones públicas parecen suficientes para recuperar una mínima normalidad que contribuya a paliar la desesperación en la que siguen sumidas las víctimas de este desastre.
El desolador “lo hemos perdido todo” que ante los micrófonos de los medios destacados en la zona manifiesta buena parte de las víctimas, hace que la mera suposición de abandonar a su suerte a los damnificados nos resultaría radicalmente inimaginable.
Pues bien, hay personas que habiéndolo también perdido todo llevan prácticamente 400 días sufriendo un inhumano abandono sin apenas esperanzas de que su situación pueda mejorar. Me estoy refiriendo, obviamente, a la población de la Franja de Gaza.
Todo mi respaldo y solidaridad para quienes están sufriendo las consecuencias de la DANA así como para los gazatíes, aunque en este caso el gesto solo pueda ser testimonial por el genocida bloqueo que impide prestarles la ayuda indispensable desde el exterior.