Síguenos en redes sociales:

El concierto de la impotencia y el desencanto en el Navarra Arena

Ir al recital de una cantante que te gusta con dos amigas no debería convertirse en una pesadilla

Público asistente al concierto de Rozalén en el Navarra Arena.Patxi Cascante

25

Ir a un concierto de una cantante que te gusta con dos amigas debería ser un momento agradable, de disfrute, y no convertirse en una pesadilla. Fuimos al concierto de Rozalén en el Navarra Arena el 26 de octubre pasado. Resulta paradójico que un pabellón multiusos y polivalente inaugurado en 2018, que puede albergar eventos deportivos, lúdicos y culturales de índole hasta internacional y con un coste superior a 60 millones en su construcción, no cuente con ascensores. ¿O tiene ascensores?

Nuestras entradas eran en la segunda planta. Una de mis amigas, aunque no utiliza silla de ruedas en sus desplazamientos, sí tiene dificultad y dolor al subir escaleras. Fue una terrible pesadilla, de una impotencia total, pues nadie de la organización era capaz de indicarnos con claridad si había ascensor, si estaba escondido, ¿dónde estaba?, ¿era un montacargas?, si estaba al fondo del pabellón, si estaba a la izquierda, si estaba a la derecha… Mientras mi amiga ya no podía con su alma, nos dominaba el desaliento y continuamos buscando. La patata caliente se la pasaban entre las personas encargadas de indicarnos nuestros asientos.

Por fin, cuando ya no podíamos más, y agotadas tras más de media hora intentando localizar el ascensor, una acomodadora -Andrea (¡Gracias!)- nos llevó hasta nuestros asientos, a los que llegamos mareadas, tristes y estupefactas después de haber comprobado que un edificio de esas características, con gradas telescópicas, plataforma escamoteable... no cuente con un triste ascensor que facilite el acceso cuando tienes alguna dificultad. Alguien nos dijo que teníamos que haber comprado entradas para personas de movilidad reducida… Pero, ¿por qué no hay ascensor? No lo sabíamos.

Cuando por fin nos sentamos esperando disfrutar de la voz y las letras de Rozalén fue completo el desastre, pues no se entendían las letras de las canciones de nuestra querida intérprete. ¡Qué horror! No nos lo podíamos creer. El sonido era incluso desagradable, retumbaba y resultaba molesto. Las protestas “¡No se oye!”, “¡Se oye mal!”comenzaron, pero no hubo solución y Rozalén, que escuchó las quejas, se quedó cortada.

Fuimos estafadas y nos sentimos ignoradas.

Rozalén, ¡qué pena más grande no haber podido disfrutar de tu voz, tus letras, tu presencia, tu encanto…! Todo muy triste, muy triste.

Lo dicho, el concierto de la impotencia y el desencanto.