Dile que no tiene derecho a quejarse ni a plañir su pena y su miedo donde le escuchen sino se planta en un juzgado a interponer la pertinente denuncia.
Dile que no es posible que un juez le trate sin atisbo de respeto, y que no va a volver a sentirse abusada ante tribunales y medios.
Dile que no se verá obligada a superar un casting de víctimas perfectas de las que no se merecen ser agredidas.
Dile que para protegerse a sí misma y a sus hijos tiene que seguir el protocolo que le clasificará en un grado de peligro dibujando un siniestro diagrama de Venn diseñado a criterio del togado o togada de turno.
Dile, como le dijeron a Lina, que tendrá que vivir con su maltratador porque éste no tiene dónde vivir ni medios para subsistir, y adviértele que no está autorizada a cambiar la cerradura.
No la cambió, obediente.
Está muerta.
Ahora, a la siguiente... dile que denuncie.