En el corazón del valle, cada 8 de marzo las mujeres se reúnen con rosas púrpuras. No celebran, conmemoran a ancestras que lucharon por derechos hoy básicos. Concepción, con sabiduría en sus ojos, recuerda a su abuela sufragista y a su madre obrera. Con un breve asentimiento de cabeza, y firme en sus convicciones, se posiciona ante toda la plaza del valle y comienza a decir: “recordamos a las que fuimos, y miramos a las que seremos”.

En ese mismo lugar se encuentra Clara, que ante las palabras de Concepción alza su rosa, inspirada a luchar por la justicia. Siente el legado, las rosas púrpuras conectan generaciones y respaldan a las que luchan día a día.

Clara promete, agarrando fuerte su rosa púrpura, que su voz nunca se apagará, formando parte de las que construirán un futuro igualitario. La lucha continúa, no muere, cada mujer es responsable de abrir nuevos caminos.

El Día de la Mujer, más que una fecha, es un recordatorio de lucha y esperanza, una herencia iniciada por mujeres que en su día no tuvieron miedo a la sociedad.