Con ocasión de un reciente ingreso en el Complejo Hospitalario de Navarra, he tenido la ocasión de corroborar la profesionalidad y el excelente trato recibido por parte del personal médico, enfermería y auxiliares. Las atenciones y el cariño que nos prestan a los pacientes excede grandemente de las obligaciones de su labor. Estas personas representan un pilar fundamental en la calidad de la sanidad en Navarra. Su generosa y amable actitud contribuye al bienestar de los ingresados y en su recuperación. Vaya para todas ellas mi más sincero agradecimiento. Sin embargo, lo dicho contrasta con lo precario de las instalaciones que me tocaron en el pabellón H: habitación minúscula para dos camas y sus acompañantes, con un viejo mobiliario que, a duras penas, encaja en un espacio separado por una descolgada cortina, que no cumple, en ningún modo, la pretendida función de preservar la privacidad. Un baño mínimo salido de la posguerra, presidido por una ducha con un plato ínfimo y sin cortinas. Su inoperante uso conlleva, inevitablemente, la inundación de la estancia. Ni siquiera el buen hacer de los servicios de limpieza puede aliviar lo arcaico y deteriorado de los elementos (lavabo, ducha e inodoro) que están pidiendo a gritos la jubilación.
Parece ser que está prevista la necesaria reforma de las instalaciones del pabellón H. Desde aquí, quiero urgir al Gobierno de Navarra a acometer sin demora ese proyecto. Es ineludible modernizar esas obsoletas infraestructuras para adecuar las necesidades de los usuarios en el siglo XXI y también para intentar estar a la altura del magnífico equipo sanitario que ejerce su labor allí.