Cada vez somos más los estudiantes que en muy pocas asignaturas sentimos motivación. Muchos de nosotros acudimos al aula sin interés ni entusiasmo, como si un derecho fundamental en nuestro país como el de poder estudiar, fuera una obligación. Esta situación no solo afecta al rendimiento académico, sino también a la salud mental y bienestar emocional.
La motivación no solo es obtener buenas notas sino las ganas de aprender y superarse día tras día. Para ello es necesario darle una pequeña vuelta al sistema educativo.
En primer lugar, podemos aprender utilizando ejemplos con situaciones cotidianas como trámites sencillos en matemáticas y un sinfín de opciones más atractivas que memorizar información y vomitarla en el examen. Cuando los estudiantes entendemos para qué sirve lo que aprendemos, nuestra motivación aumenta.
Otra opción sería implementar asignaturas útiles en nuestro día a día; por ejemplo, educación financiera, inteligencia emocional y habilidad social, pensamiento crítico y desarrollo de la personalidad.
Creo que el sistema educativo deja bastante que desear y es necesario darle una vuelta, aunque también es importante advertir a las personas que están planteando la idea de ser docentes en un futuro que, si no sienten verdadera vocación por la asignatura, es mejor optar por otra profesión.
*IES Pablo Sarasate