Ser parlamentario europeo es un privilegio de tomo y lomo. De hecho, hablar, votar y representar a los que te han elegido para ese trabajo es de por sí un asunto para quitarse el sombrero. Lástima que no conozcamos a la mayoría; al menos por estas tierras de garbanzos. A algunos no los conoce ni la madre que los parió. Porque van escondidos en las listas de su partido, tal como el Partido Popular y otros.
Como el navarro que se hace conocer por llamar la atención a un trabajador del Parlamento europeo, porque llevaba puesto al cuello un kufiya, pañuelo palestino, que al navarro le molestaba. Hasta un diputado belga le plantó cara, espetándole que ya era conocido por su apoyo manifiesto al gobierno israelí. Algo sacará con ello. Porque los judíos, y más los sionistas, se han hecho conocer por su sombra larga mundial en las finanzas (dinero), medios de comunicación, televisiones y periódicos. Sombra larga.
El susodicho navarro, Antonio López Isturiz, se ha permitido el lujo, una vez más, de dejarnos en ridículo a los navarros, porque, señor López, muchos navarros pensamos que sus héroes están liquidando al pueblo palestino con la excusa eterna judía de derecho a defenderse. Sus muy abultados ingresos como europarlamentario, que a cualquier trabajador de la gleba le parecerá un escándalo, aunque el tiempo dedicado al trabajo suele ser bastante mediocre (comprobar en las hemerotecas), le exigen, por lo menos voz, respeto a Palestina y declaración diáfana del genocidio en Estrasburgo.
Se lo exigimos los navarros.