Cuando el fuego quiso borrar recuerdos, Erro respondió
La noche del martes fue muy dura y la más larga para nosotros, la peor de nuestras vidas. El tejado ardía, el humo se colaba por cada rendija, el miedo, la angustia, la pena se instalaban en el pecho. Pero lo que sucedió después fue aún más poderoso que el fuego: la respuesta de Erro.
Quiero agradecer de corazón a los vecinos de Erro, que no dudaron ni un segundo. Fueron los primeros en actuar, llamando a los bomberos de Burguete, arriesgando sus vidas subiendo al tejado con mangueras, siguiendo el plan del concejo con precisión: abriendo bocas de agua, utilizando llaves, organizándose como si lo hubieran ensayado mil veces. Esa noche, la solidaridad se volvió acción.
A los bomberos de Burguete y Cordovilla, mi respeto y gratitud. Desde las 22.30 hasta las 2.30 de la madrugada trabajasteis con mangueras a presión, entre humo y oscuridad, sin descanso. Y en los días siguientes, volvisteis para limpiar el pajar del vecino, retirando la hierba aún humeante, y realizasteis visitas para controlar los fuegos latentes que se resistían. Vuestra entrega no tiene horario, y eso merece más que aplausos: merece recursos, merece apoyo. Porque cuando faltan manos, se multiplica el esfuerzo, pero también el desgaste.
A la Policía Foral, gracias por estar, por cuidar, por acompañar.
Esta no es solo una casa. Es la casa de mi madre, Casa Zapatainea, de la familia Espinal. Aquí, cada sábado, las hermanas de mi madre celebraban sus merendolas entre risas, café y recuerdos. Cada rincón guarda una historia, y gracias a todos vosotros, esas historias siguen vivas.
Erro no se rindió. Erro se abrazó. Y en ese abrazo, el fuego perdió fuerza.
Gracias, de todo corazón.