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Tumbando aguja

en el momento de escribir estas líneas todavía no he visto en las ediciones digitales la foto de Miguel Sanz tumbando aguja en el circuito de Los Arcos, cual si fuera el Jonan de Baraka. Podemos imaginarnos su embeleso al ir to ciclao. Por anteriores declaraciones suyas sabemos cuánto le pone la velocidad a nuestro todavía presidente. Tal vez sea esta afición, un tanto incontrolada, la que ha hecho embarcarse a la Hacienda foral en esa obra maestra de la ingeniería no sé si automovilística pero sí empresarial en la que se ha convertido el tal circuito. Resulta el sueño de cualquier promotor privado: endilgar al sector público un proyecto de dudosa rentabilidad social y problemática viabilidad económica después de quedarse, eso sí, con la adjudicación de las obras. Parecería otro gag de Vaya semanita, sólo que esta vez es de verdad. Cuando nos referimos al circuito de Los Arcos no hablamos de calderilla, sino de una aventura nacida con un presupuesto de 6 millones de euros que, por arte de birlibirloque, se convirtieron en 70 millones nada más publificarse. De esa cantidad, el 95% va a ser financiada a escote por los esquilmados contribuyente de esta comunidad. Todo ello, sin que hayan fusilado por la espalda al autor de la primera estimación. ¿Alguien se puede creer que toda esta genialidad no tenía un guión previamente escrito y diseñado hasta los últimos detalles? Sin más datos a mano, únicamente podemos intuir la maraña de connivencias, servidumbres y maridajes entrelazados que ha dado lugar a un pelotazo de este pelo en ese agujero negro donde política y negocios se funden. Sanz se nos dio ayer el paseíllo a tropecientos por hora dos semanas después de que él mismo avisara a la UPNA del hachazo presupuestario que venía con el cínico consejo de que fuera buscándose "financiación privada". Están hipotecando nuestro futuro, y lo están haciendo a toda velocidad, tumbando aguja.