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¿Quién dijo que el trabajo es salud?

Yo nunca me he creído eso de que el trabajo es salud, y cada vez lo tengo más claro al ver en qué condiciones tienen que trabajar millones de personas en todo el mundo. Pero no hay que ir muy lejos para comprobar que en nuestro entorno también hay situaciones laborales complicadas y que empeoran de día en día. El cuerpo de la Policía Municipal de Pamplona, por ejemplo, ya no es lo que era. Está en franco deterioro, como el del demacrado Urdangarin. Los representantes sindicales afirman que están "en su peor momento" y piden el cese del concejal de Seguridad Ciudadana y del jefe de la Policía Municipal. Hablan de un "incremento de bajas por causas psicológicas", de expedientes disciplinarios "cuya arbitrariedad ha quedado manifiesta" en los tribunales y del aumento del "nivel de crispación de la plantilla". Y no es para menos porque si cada vez que pillan a alguien en flagrante infracción, antes de sacar el block de multas, primero tienen que asegurarse de que no se trata de un coche oficial y de que el infractor no es ni hijo, concuñado, vecino o primo de algún pez gordo, su labor se complica bastante.

Otro trabajo más que ingrato tiene que ser el de los y las encargadas de repartir la comida, por llamarla de alguna manera, de Mediterránea de Catering en los hospitales, que son los que tienen que digerir en primer plano la reacción de los pacientes. Y estar atendiendo al público en una ventanilla de la extinta Can, también tiene pinta de pesadilla: horas y horas en tu metro cuadrado, atendiendo a decenas y decenas de personas hartas de esperar, que cada vez que te levantas para ir al baño te crucifican con la mirada. Pero peor lo tienen los 49 trabajadores que CaixaBank destierra a Catalunya o las 60 enfermeras que emigran ahora en bloque a Alemania. O los trabajadores de EuskalerriaIrratia que llevan ya 25 años en el aire y con las nóminas del mes… también en el aire, o a los que les toca intervenir, de una u otra manera, en los desahucios, o…