mañana es 8 de marzo y toca hablar de igualdad de género. Parece que avanzamos, pero hay mucho, muchísimo en lo que mejorar todavía.

Dos números, a modo de ejemplo: 203. Son las niñas inmigrantes residentes en Navarra que han sido víctimas de la ablación durante las vacaciones en sus lugares de origen, a lo largo de los últimos tres años.

20. Cada 20 minutos violan a una mujer en la India. Particularmente espeluznantes son los casos que una y otra vez conocemos últimamente de jóvenes violadas en autobuses durante horas por grupos de bestias o niñas asaltadas a la salida del colegio.

Estas son sólo dos de las cientos de cifras terribles de la violencia de género, pero también hay miles de pequeños síntomas a nuestro alrededor que nos indican que todas y todos tenemos todavía mucho que hacer.

Bajando a ras de suelo: ¿a qué mujer no le han dicho alguna vez, cuando va conduciendo, eso de "mujer tenías que ser"?. O ¿quién se encarga en casa de controlar que hay que llevar al niño al dentista la semana que viene, o que a la chiquita hay que comprarle calcetines? O ¿por qué les preguntamos a los chiquitines el primer día de clase a ver con qué señorita o andereño les ha tocado? ¿Por qué llamamos a la enfermera y pedimos cita con el médico? Cuando él y ella entran en una tienda y compran un jersey para él, ¿por qué le dicen a ella que hay que lavarlo en agua fría?. Y siguiendo con lavados y meriendas ¿quién se encarga de todas estas cuestiones en los anuncios de la tele? Y ¿qué me dicen de los centros escolares que separan niños de niñas para que saquen mejores notas?

E incluso en los espacios más alternativos, progres, modernos y rompedores, como son los Gaztetxes, se detecta que las chicas "tienen dificultades para encontrar su espacio" como comenta la socióloga Pili Álvarez en su estudio Movimientos sociales, relaciones de género y cultura. El caso de los gaztetxes en la CAPV.

Y así sucesivamente hasta el infinito y más allá, así que para darle la vuelta a esta tortilla todas y todos hacemos falta.