no es lo mismo que ponerse una gorra. Una gorra la lleva cualquiera. Vamos. Tú mismo te podrías poner una gorra y no pasaría absolutamente nada. No. Atreverse a llevar sombrero es diferente. Un panamá, por ejemplo. No es fácil. O uno de esos de ala estrecha como los que le gustaba ponerse a Tom Waits. Hay que saber ladearlo bien. Algunos lo intentan y luego lo dejan. No muchos, solo algunos. Para intentarlo ya hay que ser osado. Ya hay que tener algo. Estilo, supongo. Por eso admiro a la gente con sombrero. Siempre creo que es gente especial en algún sentido. Hombre o mujer, lo mismo da. Respecto a la mujer, bueno, como decía Robert Redford en Dos hombres y un destino: "No soy muy exigente, en fin, me basta con que tenga talento, sea bonita, muy cariñosa, amable, elegante, encantadora y libre. Y si además se pone un bonito sombrero de vez en cuando, pues mejor que mejor". Qué maravilla. Mi novia tenía un sombrero de fieltro negro hacia 1985. Llevaba el pelo largo y cuando la veía montada en bicicleta yo silbaba aquello de: Raindrops keep falling on my head. Ya sabes, gotas de lluvia siguen cayendo sobre mi cabeza. Qué tiempos. Claro que de la lluvia ya hemos hablado bastante. Ahora que nos acercamos al solsticio de verano hay que empezar a pensar en tirar cosas. Ya me entiendes, hay que soltar lastre. Hay que quemar toda la basura del año en la hoguera. Todo eso de lo que ya estés harto. Hazlo. Yo, por ejemplo, estoy harto de una cosa. Te lo voy a decir. Verás. Estoy harto de que todos esos tipos digan una y otra vez que tienen la conciencia muy tranquila. De eso estoy harto. No puedo soportarlo. No soporto oír esa maldita frase. Tengo la sensación de que si vuelvo a oírla una sola vez más me va a dar un mal punto. Que digan que tienen la conciencia muy tranquila. Todos esos. Es inaguantable. ¿Qué conciencia? Y también estoy harto de no llevar sombrero, ya está. Me voy a comprar uno. De este verano no pasa. Aunque sea de paja. ¿Por qué no?