La primera parte ya está hecha. Hemos votado y ha variado el reparto de fuerzas. Durante la campaña el abanico casi llegaba a paipai y luego se ha replegado. Ahí está y ahí lo tendremos durante días mientras se habla y se negocia y se echan órdagos. La campaña no ha sido ejemplar y a muchas personas nos ha disgustado la escasa autocrítica, el juego sucio, las llamadas al miedo, las prácticas descalificatorias, el eco prestado a lo peor del enfrentamiento entre formaciones, cuestiones que independientemente de su puntuación moral distraen de la discusión de programas y medidas, que son lo importante.

Por esa misma razón, la lectura de las propuestas electorales no ha mejorado lo anterior. Si hay algo que me molesta es que me intenten colar un trato minorizador y tutelar, que se dirijan a mí como si fuera tonta. Me irrita soberanamente que me hablen en parábolas y con metáforas y se utilice un discurso plagado de recursos emocionales. Mira, por ahí no. Yo, las emociones o me las gestiono por mi cuenta o en el caso de mediar en ello la propaganda, Ikea se lo curra bastante más y ha puesto el listón muy alto. Y eso veo, mucha red social, mucho Photoshop pero el nivel de redacción apenas supera lo escolar y a mí, que con esto soy muy puntillosa, me dice bastante de lo que hay en la cabeza de quienes redactan y de lo que piensan sobre la ciudadanía.

Dicho esto, y puesto que parece que en general reconocemos que nuestra democracia es imperfecta, espero que quienes nos gobiernen hagan el esfuerzo de dignificar su ejercicio atendiendo a quienes más lo necesitan, dejándose interpelar y recuperando el estatus de servidoras y servidores públicos.