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El cohete de Asiron

Ayer fue un día de alcaldes y el de la fiesta de los cambios que ahora comienzan en todo el país: Pamplona, Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza... En especial en Pamplona, cuya Alcaldía estaba amenazada por el intento sucio de utilizar, hasta hace dos días, a las víctimas del terrorismo para desbancar a su alcalde, el hoy elegido, o cuando menos ensombrecer su nombramiento democrático.

Fue de verdad emocionante, y estoy seguro de compartir esto con muchos miles de ciudadanos, escucharle a Joseba Asiron su declaración de principios. La derecha no tiene la más remota idea de los años que llevamos esperando poder oír unas palabras como esas dichas desde la cabeza de un institución, ni idea. Fue emocionante, insisto, escuchar a un alcalde de Pamplona hablar de un “marco real de convivencia”, porque la convivencia no es, como ha sido, yo hablo y tú callas, yo tengo una existencia social y política, y tú hazte invisible, no es silenciar y marginar a una parte tan significativa de la población como la que ayer hizo valer por fin su voz mayoritaria. Estamos de fiesta, de fiesta nacional, sin sangre y sin clarines del miedo: ya los han tocado ellos en estas últimas semanas todo lo que han querido.

Fue una fiesta frente a años de empujones, de alcaldadas, de política de áticos consumados, de planes de urbanismo de sentido social dudoso más que discutible, de una policía que más que defender lo establecido en las ordenanzas, se ha dedicado a amedrentar a los ciudadanos a las órdenes de un jefe de policía bajo sospecha permanente, de homenajes militares por encima de peticiones ciudadanas y acuerdos municipales, de oídos sordos a muchos colectivos sociales y a sus peticiones, de apoyo incondicional a una clase dirigente que detenta el poder económico...

Frente a esa sombra espesa, fue un soplo de aire fresco oír hablar de defender la memoria, la justicia, la reparación y los derechos de todas las víctimas, sin sectarismo; de derechos sociales en tiempos, bien calificados por Asiron, de emergencia social que la derecha ha sido incapaz de apreciar porque es ella la que ha socavado esos derechos; de paz, de respeto y de escuchar a todos y a todas; de laicismo... A mí modo de ver, el cambio no ha podido empezar de mejor manera. Estamos de enhorabuena.

La derecha no ha tenido escrúpulo alguno en utilizar a las víctimas del terrorismo para querer, con el beneplácito del PP, ensombrecer el día en que una parte muy importante de la población navarra accedía, por fin, a terrenos que hasta ahora estaban reservados a una política de casta y clase, y a un sentido patrimonial y exclusivista de la democracia y de lo constitucional.

Los apolíticos que se echaron a la calle para embroncar el día estaban en su derecho, el que la delegada del Gobierno les ha concedido, algo que no siempre ha hecho con quienes están ahora en la Alcaldía. Es normal, ella está de parte de los que se van y la próxima tarea será echarla ganando las generales.

En efecto, los apolíticos (pocos) que han salido a la calle en representación de la Navarra auténtica no han votado a Bildu, pero nadie esperaba que lo hicieran, ni a Bildu, ni a Geroa-Bai, ni Aranzadi, ni a IE, porque ellos no forman parte de las fuerzas progresistas que hoy son mayoría social y política. Nosotros tampoco votamos a lo que ellos representan. Votamos en contra de sus políticas. No creo que hayan llegado a darse cuenta de lo hartos que podíamos estar de ellos y de su ideología y del mundo que representaban. El “¡UPN kampora!” ha sido un fineza.

Cuánta zafiedad la tuya, Maya. Tú sí que has sido para nosotros “la peor pesadilla con la que podían soñar los pamploneses”, qué bajeza la tuya; y ese dedo admonitorio a Asiron ya alcalde, cuando más que darle la mano se la agarrabas como si fueras un sicario de Santamaría, qué zafiedad. Hasta en eso tenías que estropear lo que era un fiesta largamente esperada. Te vas como lo que nos has demostrado ser, poco más que el mandao de la Barcina.

Ahora es el momento de consolidar, de poner en marcha los programas nuevos, de hacer la nueva política, de restaurar lo destrozado por la derecha durante su larga noche, de construir y de conciliar. Ahora... “¡A por las generales!” y ese terreno solo se puede preparar desde el trabajo de las alcaldías que están ya en manos de coaliciones populares.