Este fin de semana he tenido el placer de participar en las III Jornadas sobre Divulgación Innovadora de Zaragoza. Se contaban experiencias de éxito: por ejemplo conseguir que la ciencia sea ciudadana casi como un juego para pequeños y mayores, pero sobre todo participativa. Por ejemplo, dedicarse a que la astronomía sea contada para invidentes y vivida como una experiencia completa, como muestra de esas cosas que uno suele pensar que una persona con impedimentos o discapacidades no podrá o ni siquiera debería intentar hacer. Por ejemplo, utilizar el cómic como lenguaje con el que hablar de ética en la práctica médica o sensibilizar sobre las consecuencias del calentamiento global. Por ejemplo, y pareceré prolijo, pero es solo una mínima pincelada de estas jornadas en Etopia, el centro de arte y tecnología municipal de Zaragoza, “radio o lo que sea” realizada por personas con discapacidad intelectual en la que hay más ciencia que en la televisión pública que todos pagamos. Por ejemplo, narrativa, poesía, arte y redes como vehículos de comunicación de una ciencia que tiene que cambiar el mundo. Relatos no solo para el primer mundo sino propuestas y actividades que están cambiando las regiones más pobres, donde alguien se atreve a darse cuenta de que se necesita innovar con inteligencia y no solo con éxito comercial. Cierto que esto exige dedicación y repensar muchos lugares comunes, derribar barreras. Y apostar por la gente de la ciencia y la ciencia de la gente. Nosotros, desde la Universidad Pública de Navarra y el Planetario, y con los Amigos de la Ciencia, nos fuimos a contar que también podemos llevarnos la ciencia al bar, en un lenguaje informal y con herramientas sencillas que nos hacen pensar. En escuelas, en las plazas, en los museos, la universidad o los bares, innovar la ciencia es progresar, ser mejores.
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