Cuatro días
Sin duda éste que ahora se acaba se nos va a quedar muy marcado en la memoria como el año en el que se consiguió dar la vuelta a la tortilla foral. Hace exactamente un año brindábamos en nochevieja con precaución, sin excesivo énfasis y sin hacernos demasiadas ilusiones, por si acaso. Esta noche, sin embargo, igual hasta nos cargaremos alguna copa de puro énfasis y es que, lejos de acabarse el mundo y de desintegrarse la Comunidad Foral, esto parece que marcha. El viejo año se va dejándonos buenas noticias: previsión de creación de 6.000 puestos de trabajo, crecimiento de la economía, incremento de la recaudación tributaria y hasta la esperanza de cumplir con el tope de déficit del 0,7 % del PIB, gracias a los 50 millones que nos han llegado por el ajuste del IVA. Y puede que hasta abran un Ikea en la vieja Super Ser. Sin duda han sido meses de cambios y la verdad es que cuesta acostumbrarse. Han sido muchos años de viento en contra y ahora a los euskaldunes, por ejemplo, nos cuesta acostumbrarnos a no ser considerados extraños en nuestra propia casa, como se nos hace extraño que se remueva Roma con Santiago para intentar ayudar a todas las personas que están pasándolo mal, que se les cobre más a los ricos para dárselo a los pobres, que se apueste por una enseñanza de calidad y no por chapuzas como el dichoso PAI, que se invierta en personas y en futuro y no en cemento y en comisiones para unos cuantos? Algunos se desgañitan hablando de los perversos planes de los nuevos gobernantes y de lo fatal que va todo. Imagino que es su papel como oposición, aún así, también a ellos y a ellas les deseo que se relajen un poquito y que tengan un buen 2016, que la vida son cuatro días.