“Banco Mundial, ¿dígame?”. “Quería evitar el pago de mis impuestos”. “Un momento. Le pasamos con un técnico comercial”. 140 caracteres es la máxima extensión que puede tener un mensaje en Twitter. Al autor de éste que brincaba el otro día por la red le sobraron 32 para ilustrarnos sobre ese retiro dorado que Rajoy le ha conseguido a su exministro Soria en la principal institución financiera del planeta. Ni el dimitido titular de Industria es el primer personaje de dudosa reputación que recala en el Banco Mundial, ni tampoco es el primero al que en el PP le buscan un acomodo buen remunerado después de tener que salir por la puerta de atrás del escenario político. De hecho, bien pensado, y vista la hoja de servicios que presentan tanto el organismo como su nuevo director ejecutivo, podemos colegir que nada mejor que un presunto evasor fiscal para un ente con un amplio historial como creador de pobreza y financiador de desastres medioambientales. Además, ¿qué son 226.000 euros anuales, libres de impuestos -como le gusta al canario- para un titular de empresas opacas en el paraíso fiscal panameño? El viernes pasado, cuando se conoció la noticia, Rajoy acababa de ver rechazada su investidura en el Congreso. En cualquier otro lugar la candidatura de Soria al BM habría sido tomada como un serio patinazo en el peor de los momentos, fruto de la torpeza política del pontevedrés y de su bien probada sensibilidad de rinoceronte ante el fenómeno de la corrupción. Quizás simplemente era consciente de la que le iba a caer, pero estimaba que ningún nuevo escándalo por este tema le va a alejar ya ni un centímetro de repetir en la Moncloa. Visto lo visto, desgraciadamente tal vez acierta. Por cierto, ni a Salvador (Carlos), ni a Alli (Iñigo), ni a Esparza (Javier) les he oído decir esta boca es mía al respecto.