Lo de UPN -y el PP- con Euskal Telebista tiene que ver más con la psiquiatría que con la política. Su obcecación en este campo es sólo comparable con lo que hicieron con Euskalerria Irratia. Y hablamos casi de lo mismo. En la era de las comunicaciones sin fronteras, la formación navarrista sigue poniendo obstáculos a que una buena parte de esos ciudadanos a los que dice representar vean la televisión que desean ver. Y lo hace por razones estrictamente ideológicas y sectarias, por mucho que apele a argumentos técnicos o legales absolutamente subsanables. Lleva actuando así más de tres décadas y está demostrando sobradamente que de ese burro no se quiere bajar. No se ha apeado de él en todos los años que ha estado en el Gobierno de Navarra y, mucho menos ahora, que las urnas le han mandado a la oposición. Desde que Uxue Barkos se convirtió en presidenta de la Comunidad Foral boicotea todos los pasos que el nuevo ejecutivo da por lograr una reivindicación querida y sentida, que no molesta más que a personas bastante más cercanas al fanatismo fundamentalista que a cualquier ideología democrática. Lo hace desde Navarra, y cuando eso no le sirve, pide ayuda a su Zumosol madrileño, que se presta a ello encantado. El presidente de UPN dijo ayer que “el Gobierno de Navarra sigue sin escuchar absolutamente a nadie, sigue erre que erre con su libro, y le va a dar a ETB una licencia sin concurso”. Javier Esparza se ha dejado barba este verano pero no se mira al espejo. Quién más que ellos erre que erre en este tema. Quién menos que ellos dispuestos a escuchar a nadie que no sean ellos mismos. Quién menos indicado que él para decir nada al respecto. Y por cierto, quizás no se han enterado, pero una televisión pública no necesita concurso.
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