Todavía no es fácil hablar de ciertas cosas tras años de plomo y torturas. No es fácil hablar de convivencia, de memoria o de reparación. No es fácil porque el pasado todavía nos retiene. Nos autocensuramos. Por si acaso. Porque un eco insano nos grita todavía. Porque esta sociedad aún no ha pasado página. Y me pregunto, no sin serias dudas, si tiene que pasarla tan rápido. Cuando todavía no hemos terminado de leer las últimas hojas de aquella historia. Me cuestiono si tenemos que pasar página forzados por la prescripción política del momento. Por el fragor de querer vivir sin culpa. Por encontrar una verdad explicativa y confortable que además, nos tranquilice.

Hablo así y me embarga la duda. Pero doy por bueno ese discurso reparacionista entre víctimas y perpetradores. Y me apunto a ello. Como el viernes se hizo en Parlamento navarro de la mano del Foro por la Paz, gente que busca una línea de luz entre los bloqueos políticos y las narrativas explicativas, que no justificativas, de las violencias . Y me apunto a escuchar al de enfrente. Sin peros. Solo deseo que esto salga bien. Pero no a cualquier precio. O más allá, como diría Jean Améry, de la culpa y la expiación.

Por eso les recomiendo la lectura de Edurne Portela: El eco de los disparos, un texto aporta algunas claves. Una, que no solo hubo víctimas y perpetradores. También fuimos testigos. Unas veces indiferentes y otras cómplices. Con el miedo soplando en el cogote. Y otra, la reparación del dolor causado no puede quedarse en un asunto privado. No puede venir solo de los encuentros reparadores. Y siendo imprescindibles, no bastan. Porque la reparación del dolor debe ser social y de la mano de justicias restaurativas. Léanlo. Les ayudará a despejar muchas dudas que nunca se atrevieron a formular. O a formularse.