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Chicas, chicas, chicas

leía el otro día sobre una investigación realizada sobre niñas y niños de 5 a 7 años, en EEUU, que analizaba los estereotipos de género y cómo los perciben a tan (aparentemente) tierna edad. Por ejemplo, se encontró que ya a los seis años las niñas opinan que otras niñas no son tan listas como lo son los niños verdaderamente listos. Y consecuentemente, comienzan a preferir apartarse de tareas que asocian a esa gente brillante, dejándoselas más a los niños (quienes no consideran que por ser niños o por ser niñas se sea más o menos brillante). Es decir, que en cierto modo las niñas de 6 años ya asumen un papel secundario ante algunas tareas intelectuales. Chicas, chicas, chicas, ¿quién os ha comido vuestro joven coco? Aunque los autores analizan otras posibles explicaciones de los experimentos parece que ciertos papeles comienzan a estar asumidos desde muy temprano.

Algunos querrían ver aquí el efecto de una diferente programación entre niños y niñas que crea estas diferencias. No es el caso: ni siquiera los segregacionistas de la educación (que como pasó en el tema racial suelen ser supremacistas en el fondo, esto es, machistas) pueden justificar adecuadamente en la ciencia sus veleidades de separación educativa. Posiblemente, y esto no está probado, pero en cierto modo es coherente con cómo manejamos la vida de hijos y hijas desde que son bebés, el efecto de los papeles percibidos de mujer y hombre en nuestra sociedad, el sometimiento a la repetición de esos roles y el patriarcado (sí, el patriarcado, salgan corriendo, machistas), operan desde el principio. Y para las niñas, ciertamente, se convierte en una asunción de que serán las segundonas en una carrera que por cierto nadie debería tener que comenzar. Pero así son las cosas en este mundo preparado para que las chicas queden detrás. O abajo.