Motín a bordo
Vale, a mí ni me iba ni me venía. Es cierto, no está bien regodearse en el mal ajeno. De hecho ni tan siquiera pienso que a corto plazo vaya a traer consecuencias positivas allí, ni que mueva un ápice las posiciones de nadie aquí. Pero déjenme, por una vez y sin que sirva de precedente, agradecer a la militancia del Partido Socialista Obrero Español el rato que nos hicieron pasar la noche del domingo y la mañana de ayer. No hubiera apostado un euro por Pedro Sánchez. Daba por descontado que Susana Díaz y sus barones harían albondiguillas con él ante el aplauso de los poderes fácticos y mediáticos y el entusiasmo de los consejos de administración del Ibex. Mi desconfianza en la naturaleza humana es sólo comparable a mi inquebrantable fe en la Ley de Murphy. Además -seamos sinceros- estábamos hablando del PSOE. Sólo que a veces el guion previsto se incumple y las cosas no acaban siendo como dictaba la lógica. El esperado paseo militar de la sultana andaluza ha acabado siendo como lo de las Navas, sólo que en esta ocasión los reyes cristianos estaban también de su lado. Mi reino por un primer plano de la cara de Felipe González cuando le llamaron de Ferraz para comunicarle la hecatombe. Tiene que ser duro asumir el corte de mangas de los que antaño te aplaudían. El rostro de Cebrián, imagino que otro poema. Ayer El País insultaba como nunca lo ha hecho a esos afiliados que se han atrevido a pasarse por el arco del triunfo sus rigurosos editoriales. Mientras, se le ha vuelto a poner el culo prieto a un PP de nuevo cercado por la corrupción. ¿Cuánto durará Sánchez esta vez? Los perjudicados por el insospechado motín de las bases socialistas deben de estar preparando ya los próximos idus de marzo. ¿Qué será ahora: el puñal, la pistola, el veneno? o parecerá un accidente?