hace poco el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud, una institución independiente con expertos reconocidos de nuestro país en aspectos que tienen que ver con la salud, la física y la ingeniería, presentaba un informe que recoge 350 estudios científicos realizados en los últimos veinte años y que concluyen que a día de hoy las ondas de radio no suponen un problema para la salud, menos aún dado que se reglamentan con estrictos criterios que son más que seguros. Por supuesto los científicos no pueden, ni deben, concluir que todo sea inocuo; pero decir lo contrario, afirmar que el wifi o la telefonía móvil causan cáncer u otras enfermedades es mentir y aprovecharse del miedo que ello genera para un absurdo discurso apocalíptico. La realidad es tozuda: cuantos más estudios, a lo largo de más años, se han ido realizando, cuanta más información (hechos) se cruza sobre el tema en un mundo con miles de millones de móviles, más claro está que los miedos que se airearon eran no solamente injustificados, sino que llevaban oculto un marchamo anticientífico que ahora queda evidente.
Por eso no se entiende que desde un museo de educación ambiental que depende del Ayuntamiento de Pamplona se invite a una persona que niega lo científico creando miedo contra antenas y wifis con datos falsos, sacados de contexto o exagerados. Para colmo, este supuesto experto es uno de esos que dedican a menear varillas de rabdomante e inventarse supuestas energías e influencias. Un charlatán, otro con aval público y con la impunidad que le otorga quien debería, por el contrario, promover actitudes saludables y sostenibles. De verdad, que llevamos una primavera en que Navarra se ha convertido corte de los milagros, llena de mercachifles y apocalípticos. A ver si nos lo hacemos mirar, queridos...