Ciencia-ficción
El otro día fui al teatro. La media de edad del público superaba los 70. Me sentí joven pero la sensación fue rara. En la fila de atrás había cuatro octogenarias que conocían a la dama sentada a mi lado y se pusieron a hablar con ella. Le preguntaron por su madre y dijo que estaba bien. Le preguntaron por su edad y dijo que tenía 105 años y que la había dejado a cargo de su marido. Pensé: “Octogenarias cuidando a centenarias”. Ya está pasando. De hecho, tengo bastantes conocidos jubilados que tienen que dedicarse al cuidado de sus padres. Por una parte nos dicen que la gente va a vivir mucho (y lo estamos viendo), y por otra, nos hablan de robots especializados diseñados para ocupar puestos de trabajo de todo tipo. Algunos ya existen: soldado, agricultor, farmacéutico, cajero de supermercado, empleo doméstico, recepcionistas: pero van a ir a más. Se calcula que un 60% de los trabajos físicos actuales van a automatizarse en pocos años y el impacto que va causar eso en el mercado laboral será enorme. Me pregunto cómo lo estarán viendo venir los jóvenes de ahora que o bien no trabajan o si lo hacen es de forma temporal, precaria y mal pagada. Hasta se habla de que los robots podrían ser considerados en un futuro próximo como Personas electrónicas obligadas a pagar impuestos y cotizar a la Seguridad Social. Todo eso unido al hecho de que la población mundial no deja de crecer nos lleva a pensar en el tipo de sociedad que se está conformando. Lo de octogenarios cuidando a centenarios ya está ahí. Y lo de cuarentones adolescentes viviendo en la casa de los padres también. De hecho, un reciente estudio italiano señala que la edad de emancipación de los jóvenes se está acercando a los cuarenta años. Yo tengo dos hijas y no sé qué hacer con ellas: una es artista y la otra poeta. Cuando tenga 110 años ellas tendrán 80. Yo llevaré cinco décadas cobrando la pensión. Qué ganas tengo de ver la era de los robots. Siempre me ha gustado la ciencia-ficción.