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London calling

Los Sex Pistols. Malcom McLaren. Vivienne Westwood. El té de las cinco. Los sandwiches de pepino. Los gintonics de la reina madre. The Clash. El metro. La sombra de ojos de Bárbara Cartland. Los pitillos negros. Camden. Los barrios con olor a curry. Un alcalde de rostro y nombre indio. El rechazo al Brexit. El destino de toda au-pair, limpiadora de habitaciones y profesora de castellano. The Ministry of Sound. Quinceañeras en tirantes y sin panties en enero. Los clubes de caballeros con Chesters de cuero color coñac. La ratonera de Agatha Christie. El Old Vic de Kevin Spacey. Fish & chips. Los taxis negros y amplios como apartamentos decadentes. Hyde Park. Kensington Gardens. Los insectos y los dinosaurios del Museo de Ciencias Naturales. Los cascos de piel de oso canadiense de la Guardia Real. Los noodles de Chinatown. Stella McCartney. Sí, the Fab Four. Las cámaras de videovigilancia del paso de cebra de Abbey Road. Notthing Hill. La sopa azul de Bridget Jones. El Dog Star en Brixton. La cama de Tracey Emin. Las casas ocupadas con acuerdos entre propietarios y squatters. La fragilidad de Amy Winehouse. Oliver Twist entre callejas oscuras y laberínticas. El tiburón, la vaca y la oveja en formol de Damien Hirst. Todo esto es Londres. Y un hombre lloroso que ha perdido a su padre. Y una vecina horrorizada que ha visto a madres lanzando a sus bebés por las ventanas para que se salvaran. Y una torre de Babel de 24 plantas elevando una columna de humo negro a un cielo primero azul, después sin estrellas. Las llamas treparon hasta la azotea desde la segunda planta de la Torre Grenfell. ¿Qué pensarán hoy los vecinos del primero? La Ciudad vuelve a llamar a la solidaridad.