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Iberia

reclamar tus derechos como consumidor requiere de constancia. De mucha. Los procedimientos de reclamación parecen concebidos para rendirte y llevarte a desistir. Las grandes empresas ahorran de esa manera cientos de millones de euros. Actúan sin la menor sensibilidad. Con indiferencia, con silencio, con arrogancia. Vuelo desde Pamplona, vía Madrid, a un destino europeo. El retraso en Noáin se ve venir: el avión no llega y, sin embargo, la pantalla mantiene la hora de embarque. Imposible. El empleado del mostrador de facturación acepta un pequeño retraso, pero no advierte riesgo de pérdida de la conexión. Aconseja hacérselo notar a la tripulación de cabina para que avise a la puerta de embarque de una breve demora. La última indicación de la azafata de vuelo es consultar con el mostrador de Iberia en la terminal 4 de Barajas. Hay mucha cola. Esperar es perder el vuelo. Es mejor volar a la puerta de embarque en la 4S, tránsito en tren interior incluido. Nada impide la visión de los pasajeros rezagados a los dos empleados de la puerta de embarque, que segundos antes han facilitado el acceso a dos viajeros afectados por otro retraso. Pero no va más en la ruleta de su voluntad. En tierra. La oficina de atención al cliente de Iberia en Barajas acomoda a los damnificados en el primer vuelo del día siguiente, tras recibir como comprobantes de la condición de pasajeros las tarjetas de embarque de los dos vuelos contratados. A cenar, a dormir y hasta mañana. Presentada la pertinente reclamación, IBERIA abre un expediente. Y calla. Y deja pasar el calendario. Reclamación entonces ante la División de Calidad y Protección al Usuario de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), del Ministerio de Fomento. IBERIA ignora a AESA, que, cumplidos los plazos, dictamina compensación económica. Pero hay que plantearla en un Juzgado de lo Mercantil, en un juicio oral sin necesidad de asistencia letrada. IBERIA, condenada. Tesón con recompensa.