Todos somos turistas. El Gobierno español se aferra al turismo y en definitiva a la hostelería como la gran industria nacional. Dato objetivo: el 12,5% de todos los contratos que se firman en España son de camarero. España lleva cinco años consecutivos batiendo récords de turistas. En 2015 se alcanzaron los 68 millones. En 2016 se superaron con creces los 75 millones. Se prevé que este año se superen los 80. ¿Qué demonios es esto? ¿No hay límites? No se puede hablar contra la industria del turismo: supone más del 11% del PIB (dependemos de ello). Además constituiría un sinsentido hipócrita: los que se quejan del turismo también son turistas: el ser humano es turista. También yo lo soy, lo admito: me siento en las terrazas de ciudades que no son la mía. El pasado miércoles día 2 de agosto, fue el denominado Día de la Sobrecapacidad de la Tierra. Se llama así al día en el que la humanidad en su conjunto agota el Presupuesto ecológico para todo el año. O sea que, desde ese día estamos sobreexplotando los recursos del planeta. Los bosques se talan más rápido de lo que pueden regenerarse, la emisiones de dióxido de carbono son superiores a lo que la biosfera puede asimilar, la pesca en los océanos es más rápida de lo que tarda en recuperarse la vida marina, etc. Y de hecho, año tras año, la fecha en la que se inicia la sobreexplotación es más temprana en el calendario. También en eso batimos récords. Supongo que todos cabeceamos reflexivamente acerca de estos asuntos funestos y tenemos nuestras opiniones (que suelen ser muy parecidas a las de nuestros amables vecinos). Pero en esto pasa lo que pasa siempre en los malos momentos: todos te dicen que te subas la cremallera cuando ellos la llevan bajada. ¿Límites? Nunca hemos respetado los límites. Todo parece indicar que estamos programados para desobedecerlos. Siento decirlo pero nos importa un pimiento si el planeta aguanta o no.
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