Verano de 2003, una playa de Barcelona. Suena una música electrónica suave, casi ambient, chicas guapas con apariencia despreocupada elaborada durante una hora se dejan querer en bikini por chicos guapos desarreglados en un estilo bohemio pretendido o hallado antes de que apareciera y se propagara la pandemia del hipsterismo. Una amiga que acababa de encontrarse felizmente con que a ratos era lesbiana y yo, que aún no lo había descubierto, charlábamos de los sorprendentes meandros del deseo y escudriñábamos el horizonte sin querer encontrar respuestas. Apurábamos esa etapa en la que lo inesperado siempre gana. Si a Marilyn le bastaban unas gotas de Chanel nº 5, nosotras con una cerveza fresca en la mano, sabor a sal en la boca y la braguita del bikini a la cadera nos sentíamos las diosas del Mediterráneo. Pero no estábamos solas. Tras un montículo arenoso asomaban los ojos penetrantes de un manojo de hombres pakistaníes que en Barcelona habían conseguido dos cosas: confirmar su talento para el pequeño comercio haciéndose con todos los supermercados del Raval y practicar el top less ajeno. Para un musulmán creyente, no es poco.
El mismo verano, una playa de Argelia. Melena negra mojada y recogida, bikini rojo cegador. Una mujer de verdad camina por la arena mientras comienza a secarse con una toalla. A su lado, su amiga, pañuelo blanco anudado al cuello cubriendo su cabeza y túnica negra hasta los tobillos, trata de esconder su rostro con la mano. Pudor por su amiga, rechazo a la cámara recién descubierta? Esta imagen tomada por Zohra Bensemra presenta la muestra audiovisual que se inauguró ayer en el IVAM. 24 narraciones femeninas en el mundo árabe. ¿Que cómo se titula? En rebeldía.