El huevo en pie
Me he prometido no decir una palabra más sobre Catalunya en público por un tiempo. De hecho ni siquiera pensarla me vendría muy bien. Así quizá conseguiría dejar de teclear en los botones del microondas el número de teléfono al que quiero llamar. Mi hijo de tres años está mucho más conectado a la realidad que yo, “Pero a ver, ama, ¿las gallinas qué hacen? ¿Huevos, pis o caca?”. Lo hacen todo, cariño, son seres con capacidades sobrenaturales. ¿Te das cuenta de que del mismo huevo que Cristóbal Colón empleó -según una encantadora anécdota falsa- para explicar que lo que parece complejo, una vez se ha hecho resulta sencillo, pueda salir un pollo o una yema y una clara? ¡Eso es grandioso! Lo mismo debió de pensar Dalí, pero en versión conceptual y mucho más incomprensible, cuando coronó su Torre Galatea y el resto de su museo no con almenas, sino con enormes huevos de un blanco cegador. De noche ululan a quien quiera escuchar que el genio de bigotes punzantes en ningún caso iba a dejarse atrapar por su destino familiar de notario.
Además, genera un campo semántico riquísimo. Hay quienes están hasta los huevos y cuando les lanzan un ¡No hay huevos! le echan huevos al asunto, aunque tócate los huevos con el resultado? Y manda huevos la respuesta. ¿Que cómo era la anécdota? Girolamo Benzoni la relata en su Historia del Nuevo Mundo. Cuando unos nobles deslizaron a Colón que si él no hubiera descubierto América, otro lo habría hecho, éste les pidió que pusieran en pie un huevo. No lo consiguieron. Entonces golpeó sutilmente la base y el huevo quedó en pie. Fácil, ¿verdad? Ojalá podamos decir esto dentro de diez años sobre lo que estamos viviendo. Mañana empiezo con mi promesa.